Nosotros los nuevos

A veces realizar una acción por vez primera, vivificar el espíritu con aires desconocidos o ver el mundo con otros matices resulta complicado y difícil.

Para esta imberbe periodista, que hace apenas unas semanas reestrena su vida en la Ciudad de los Parques, el centelleo es muy similar a las aspiraciones e inseguridades de los que hoy también son “los nuevos” en “algo, con alguien o en algún lugar”: “¿Seré buena en mi profesión?, ¿me adaptaré rápido al cambio?, ¿estoy haciendo lo correcto?”

Sin embargo, la realidad late. Miles, a lo largo y ancho del país, piensan y sienten igual, y sin considerar los temores y recelos, propios del novato o el recién llegado… ya comenzaron a hacer.

Lucía, una verdadera “saca muelas”, relevó a sus colegas y calma dolores actualmente en las lomas de Sagua. Alejandro a su vez, hace malabares con los papeles del costo y las cuentas por pagar, pero ahora desde las oficinas de Comercio. Otro puñado, se instruye en el aprendizaje perenne de los gustos de su cónyuge, el mejor detergente para blanquear la ropa o el género periodístico idóneo donde sudar tinta.

Lo cierto es que la algarabía me ha hecho comprender que dejar los senderos transitados y enrumbarse en diferentes caminos no es tan nefasto, que en oportunidades el día a día desborda lo que podemos avizorar de ellos y que el hormigueo inicial no debe adherirnos a interpretaciones mecánicas ni a pensamientos academicistas y esquemáticos de lo cotidiano.

No puedo decir que tuve un mal comienzo, pero cuando concluye la jornada de trabajo o las tareas hogareñas por ejemplo, me siento más puesta a prueba que cuando en duodécimo grado, inexperta y soñadora, elegí este oficio, al que muchos llaman “el mejor del mundo”.

Personas con dudas hubo siempre, no obstante, amén de no saberlo todo desde el primer día, múltiples historias demuestran la existencia de una salida suspicaz y valiente a las novatadas.

A ese grupo pertenece, por derecho, mi tío materno, quien al arribar a las lides laborales, en su periodo de adiestramiento, con la incertidumbre y el cosquilleo inherente al recién graduado, recibió como bienvenida a la oficina una respuesta inusual al toque en la puerta:

– No hay nadie, exclamaron casi en susurro sus futuros compañeros de trabajo.

Él, santiaguero reyoyo, gritó:

– ¡Urraaaaa!, ¡gracias a Dios que no vine!

La escena, aun cuando no rozaba las primeras horas en su próximo puesto, fue como un mensaje al subconsciente: “A pesar de lo que venga…resiste”.

Sí, porque estos días como neófitos en “algo, con alguien o en algún lugar” es solo el principio; todavía faltan tropiezos, procesos superficiales, la competencia malsana, sin sabores y decepciones, pero el despegue no puede amilanarnos.

Este es el momento de actuar, de propinar un soberano puntapié a la incertidumbre que pueda rondar y tomar con desenfado esas nuevas situaciones que vivimos para sortear, contentos, otra etapa de la vida.

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